El Camino de Santiago en el mejor momento
Recorrida por pocos y muy fervorosos caminantes durante muy largo tiempo, la Ruta Jacobea retomó, a partir de 1993, año jubilar, el éxito y popularidad que durante los siglos medievales la convirtieron en una de las vías de fe e interacción más intensas de Europa. Aunque el fenómeno del resurgimiento, debido sobre todo a una reinterpretación más turística y deportiva del tránsito, ha llenado el itinerario de “romeros” muy diversos y a menudo poco inspirados “espiritualmente”, lo cierto es que casi todos, con o sin fe, acaban “tocados” por la dimensión filosófica de la experiencia. Y hasta de catarsis personal terminarán hablando algunos tras circular esforzadamente por entre la riqueza histórica, monumental y paisajística que ambienta todo el Camino.
Texto: (C) Miguel Mañueco
Fotos del Camino de Santiago, de la ciudad de Santiago de Compostela en Fototravel.net
A pie, en bici o a caballo; noches de enriquecedora renuncia a los límites que impone la intimidad en los albergues; y, al final, recibir muy satisfechos la Compostela, el papel que certifica la aventura y la vivencia.
Atrás habrán quedado los casi 800 kilómetros de las 28 etapas del llamado Camino Francés, que siempre ha sido y sigue siendo el fundamental y más renombrado, aunque todavía hay quien muy voluntariosamente escoge los otros Caminos: el del Norte, que recorre la costa cantábrica desde Irún; el Primitivo, que nace en Oviedo; el Sanabrés o Mozárabe, que se inicia en los restos de la abadía cisterciense de Santa María de Moreruela, en la provincia de Zamora; el de la Plata, que coincide con la famosa vía romana; o el Portugués, con tres vertientes que nacen en Lisboa, Lagos y Faro. Por otra parte, al Camino Francés habrá quien se incorpore desde el ramal aragonés, que va desde Somport hasta Puente la Reina, o el Vasco, que se incorpora en Santo Domingo de la Calzada procedente de San Sebastián.
Las etapas de la senda francígena comienzan en Roncesvalles, aunque en los últimos años cada vez más peregrinos inician la andadura en Saint-Jean-Pied-de-Port, bonita e histórica localidad fronteriza, en la que convergen las vías jacobeas que atraviesan Francia. Se trata de una dura ascensión, compensada, eso sí, por la belleza paisajística de los Pirineos más atlánticos.
La aventura/vivencia ha comenzado…
ETAPA 1: RONCESVALLES — ZUBIRI (21,5 km)
Oír o no misa en la colegiata gótica de Roncesvalles, como siempre han hecho los peregrinos, es opcional, aunque bien puede servir como rito iniciático para poner en el ánimo la carga simbólica del itinerario y el emocionado vértigo de los siglos, sentidos, ya antes de arribar a la solemne quietud de las construcciones religiosas de Orreaga (Roncesvalles en vasco), en el Alto de Ibañeta, cerca del monumento que evoca a Roland, héroe caballero de Carlomagno. En la soledad de la cima, sobrecoge el montículo repleto de toscas cruces hechas de ramas o palos que, por tradición secular, ahí clavan los peregrinos. Nada más dejar Roncesvalles, un cruceiro del siglo XIX ahonda en esta sensación. Tramo entonces predominantemente de bajada, complicado sólo tras Espinal, y a través de hermosos bosques, los mismos que tanto temían los peregrinos de otros siglos debido a lobos y asaltantes. Cansancio aún nuevo y llevadero al llegar a la meta, Zubiri, y avistar el Arga, río que acompañará un buen trecho del Camino.
ETAPA 2: ZUBIRI — PAMPLONA (20,4 km)
Las alturas pirenaicas se van suavizando, pero continúa el verdor y la sugerente arquitectura rural vasco-navarra, en pueblos de muchos blasones como Larrasoaña, cuyo albergue ha regentado muchos años Santiago Zubiri, uno de los personajes del Camino que aún sigue caracterizando a los hospitaleros tradicionales, especie que seguramente se desvanecerá en el actual boom. Guiños de ese “mundillo” al que uno siente que pertenece mientras dura el Camino, como también lo enfatizan las conchas que indican el itinerario en todo momento y, más aún, las flechas amarillas, pintadas a veces por espontáneos. Así comienza el tránsito de puentes, toda una metáfora de la vivencia, estipulada desde siglos. En este tramo se atraviesan el de la Rabia, en Zubiri; el de los Bandidos, en Larrasoaña; Iturgaiz, en Irotz, y de la Magdalena, en Pamplona. En la capital navarra, las indicaciones recorren el casco viejo, entre la plaza del Castillo y la catedral, y a lo largo de bares de estupendos pintxos y calles con nombres como Estafeta, que enseguida evocarán la célebre vocación festiva de la bien cuidada y armónica ciudad.
ETAPA 3: PAMPLONA — PUENTE LA REINA (24 km)
Primer asomo a paisajes más cerealistas, y también primer dolor de pies y cansancio consistente. Pero plena aún la emoción como para ascender al Alto del Perdón, donde se excusaban ante Dios los peregrinos por sus culpas antes de continuar su andadura y donde hoy resuena el aleteo de muchos molinos eólicos, como si fuera el zumbido de aquellos pecados. Unas efectistas siluetas de chapa recuerdan en la cima a esos caminantes de todos los tiempos y parecen alentar a llegar cuanto antes a uno de los hitos jacobeos: Puente la Reina. Antes, en el histórico pueblo de Obanos se unen al tránsito los romeros que vienen por el ramal aragonés, y en Muruzábal merecerá la pena llegarse hasta la aislada ermita románica, octogonal e impresionante, de Santa María de Eunate, a la que se atribuyen leyendas de templarios. Y ya: Puente la Reina, la villa nacida por y para el Camino, que de hecho sigue formando su calle Mayor, en torno al vistoso puente románico del siglo XI sobre el río Arga y a base de francos a los que Alfonso I el Batallador concedió fuero y tierras en 1122. Historias y magias: en la iglesia del Crucifijo, del siglo XII, hay una misteriosa cruz en forma de aspa, símbolo que se repite en ornamentos diversos a lo largo del tránsito jacobeo y al que no cesan de buscarle esotéricas explicaciones. Tarde o temprano, incluso el más escéptico empezará a pensar que acaso sí haya asuntos mágicos en este mundo.
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