Ekaterinburgo, Rusia

Ciudad frontera entre Europa y Asia, Ekaterinburgo siempre ha sido uno de los centros industriales y de los negocios más importantes de Rusia.

Texto: Nathalie Pédestarres / Fotos: Liza y Misha.  

Sol y sombra en Ekaterinburgo

Nuestra reportera viajó a la última morada de los últimos zares… En esta ciudad austera y monumental, a caballo entre occidente y oriente, lo místico convive hoy abiertamente con lo agnóstico y se abre con avidez a un turismo vetado durante los tiempos del telón de acero.  

Tener grandes proyectos no sirve de nada, dijo el Maestro a Margarita… También lo pensaría el zar Nicolas II de Rusia, en la noche del 17 de julio de 1918, cuando los bolcheviques le mandaron “al otro barrio”, a él y toda su familia… 

Hoy, este sangriento acontecimiento constituye, sin embargo, uno de los principales atractivos turísticos de una ciudad-frontera fundada en 1723 por otro zar, Pedro el Grande, en homenaje a su esposa Iekaterina (la Grande, ella también) y a la santa patrona homónima de los mineros. 

La capital de los Urales conoció su época dorada de “Puerta de Entrada a Asia” a partir de la segunda parte del siglo XVIII y hasta la revolución bolchevique (de la que fue uno de los principales núcleos). Era entonces una de las ciudades mineras más importantes del imperio y el primer centro metalúrgico del país, con una vida cultural importante. Brotaron las iglesias (hasta 50, nos asegura nuestra guía Olga) y lujosas mansiones de estilo “clasicista ruso”, inspiradas en los cañones de la estética arquitectónica europea de la época, algunas adornadas con mosaicos de piedras semipreciosas que salían del subsuelo en abundancia. De esta época viene también el sufijo “-burg” que pretendía emular a las nobles metrópolis alemanas. Pero, tras la muerte de Lenin, la ciudad es bautizada “Sverdlovsk” en homenaje al líder bolchevique Iakov Sverdlovsk que mandó asesinar a los Romanov. Durante la segunda Guerra Mundial, se convirtió en un importante centro de producción de armamento y llegó a ser la segunda ciudad más industrializada de la URSS. La presencia de un importante complejo militar-industrial hizo que Sverdlovsk permaneciera hermética al mundo exterior hasta la caída del muro de Berlín. 

Así que, a partir de los años 1990, la ciudad recobró su nombre original y reconstruyó lo que pudo de su derruido, y a veces desaparecido, patrimonio arquitectónico civil y religioso. Reaparecieron algunas de las antiguas mansiones clasicistas e iglesias, “realzadas” con llamativos colores horteras… También se rescataron ejemplos del estilo constructivista soviético un tanto indigesto por sus formas macizas y paralelepipédicas. 

Pero la ruta turística con mayor éxito turístico de Ekaterinburgo es, sin duda, la Ruta de los Romanov… Empieza con la visita de la nueva catedral “de la Sangre Derramada” abierta a bombo y platillo en 2003. Se erigió en el solar donde se encontraba la casa del ingeniero militar Ipatiev, lugar del asesinato de los Romanov. Durante la época soviética, se seguía rindiendo allí un culto secreto a la desdichada familia imperial, lo que ponía de los nervios a las autoridades marxistas agnósticas de la época. Ironía de la historia, fue justamente un tal Vladimir Putin quien mandó destruir la casa Ipatiev en 1977… antes de inaugurar 26 años después, y con abundantes zalamerías, la iglesia ortodoxa, en compañía de personalidades políticas y miembros de las monarquías europeas. 

Entramos en la catedral, las mujeres no sin habernos, primero, cubierto la cabeza y las piernas con trapos que nos dan en la entrada. Yo elijo un pañuelo naranja y una falda florida. Antes muerta que sencilla, oye… En el interior, un pope con cara de estar aburrido nos explica que los Romanov han sido canonizados en 2000, nos enseña con prisa el icono personal de la familia imperial y se larga sin otra particular. Por todas partes circulan mujeres silenciosas que se prosternan y rezan con evidente fervor delante del icono. 

Siguiente etapa, la mina de cobre abandonada de Ginina Yama, a 17 km de Ekaterinburgo… Es allí donde los bolcheviques se deshicieron de los cuerpos supliciados de Nicolas II, su esposa Alexandra y sus cinco hijos, convirtiéndose en otro lugar más de peregrinación enfermiza. La espesura del bosque revela varios boquetes vallados, rodeados de ramos de flores muertos dejados por los adoradores de la familia imperial. Dentro del recinto, se han construido siete iglesias al estilo de chalets de madera, muy cucos por cierto, con sus altares y sus iconos dentro. Un sacerdote escuálido y pálido como la muerte pasa de una a otra con grandes zancadas y nos echa una mirada que yo juzgo hostil. Nuestra guía Olga, con grandes gestos teatrales y una afición por los detalles morbosos, nos cuenta cómo los bolcheviques se ensañaron con el zarévich de 14 años: “le descerrajaron un barrilete entero porque llevaba escondidas las joyas de la corona debajo de su ropa”. El sitio me da “yuyu”… Tengo calor y siento malas vibraciones. Voy corriendo a la salida. He visto bastante. ¡Zas! Me acosa una chica con cara de no estar del todo en su sano juicio. Me quiere vender iconos de los Romanov, brazaletes de perlas con figuritas de santos, fotos y otros cachivaches extraños. 

¡Agh! Tengo empache de los Romanov…  Y recuerdo con escalofríos la frase final de Margarita : “Escucha y disfruta lo que no te dieron en vida – la paz”. 

Mi experiencia “inolvidable” en una banya 

La famosa sauna rusa o “banya” es otro gran clásico de la oferta turística de Ekaterinburg. Nos invitan a una sesión nuestros amables anfitriones locales. Después de un buen plato de sopa tradicional “uha”, me meto en el vestuario donde me dicen que hay que quitar “todo”. Ejem… Por si acaso, me quedo con lo de abajo, maldiciendo mi afición a comprar esos lotes cutres de 5 bragas por el precio de 3 en los supermercados. ¡Qué más da!, pienso, entre mujeres… No dudo ni un instante de que quien me va a atender es una de estas “babuchkas” con silueta de tonel y cara sonrosada. Mis compañeros periodistas salen de la sauna con cara de boba felicidad: “es genial”, “fantástico”, “buenísimo”. No se cansan con los superlativos… Mi turno. La puerta se abre sobre una potente exhalación de vaho. No veo nada… Gorilas en la niebla. Mis “babuchkas” resultan ser dos “osos” cuadrados y cubiertos de vello negro. Se carcajean al ver mi cara de “pokemon” con ojos como platillos. Me quitan el albornoz (adiós pudor…) y me echan sobre una camilla. ¿Hablan inglés? ¡Niet, niet! Más carcajadas. Extiendo los brazos con las manos abiertas al estilo “vengo en son de paz”… ¡Con suavidad, chicos, soy la última de las matriochkas, sí, la más pequeña, la más FRAGIL! Nada. Me flagelan enérgicamente con ramas de abeto que mojan regularmente en un cubo lleno de… nieve derretida. No puedo creer que esté pasando por esto y que mis compañeros, traicioneros, no me hayan avisado. Estoy cegada por los “escobazos”, muerta de vergüenza cada vez que oigo a los osos hablar entre sí en “cirílico” y reírse. Una pausa… Era el “gran finale”: me tiran lo que queda de la nieve derretida sobre la cabeza mientras me sale de la garganta un agudo alarido. Salgo del cuarto bajo una lluvia de carcajadas. “¿qué?”, me preguntan expectativos mis anfitriones. Recuerdo que el ruso es susceptible… “¡Ah! Ejem… ¡inolvidable!”, contesto. No mentí. 

Guía práctica: 

¿Qué visitar? 

Ejemplos más notables de la arquitectura aristocrática del siglo XVIII, a la que los Bolchevices perdonaron la vida : la Residencia del Gobernador, el Teatro de la Ópera, la Iglesia de la Ascensión, la mansión Kharitonov, la mansión Sevastyanov (o Casa de los Sindicatos)…    

También se pueden ver restos de las fábricas de ladrillos de la planta metalúrgica en el Jardín Público Histórico de la ciudad y la famosa presa “plotinka”, el monumento emblemático más antiguo de la ciudad, construido sobre el río Iset. 

El Museo de Bellas Artes: una colección única de obras poco conocidas de artistas rusos de la vanguardia soviética tales como el grupo “Sota de Diamante”  (Ilya Mashkov, Pyotr Konchalovsky, neo-supremalistas como Kazimir Malevich u  Olga Rozanova, y neo-primitivistas como  Natalya Goncharova o Mikhail Larionov). 

El museo geológico de los Urales: bella colección de más de 600 tipos de minerales y piedras preciosas y semipreciosas de los Urales. Una de las atracciones principales es el trozo de cuarzo bautizado “Malyutka” (bebe) que pesa 784 kg y mide 1,70 metros. 

Visitar www.ekaterinburg.com 

¿Dónde cenar? 

Restaurante Troekurov: una propuesta refinada, tanto por la calidad de su cocina (rusa tradicional) como por la decoración y el ambiente. http://eng.troekurov.ru/ 

Stolle: una cadena de cafeterias al estilo “Belle Epoque” alemán-ruso, que vende las famosas y contundentes “empanadas” rusas (mejor tener buen saque…). http://www.stolle.ru/eng/eburg.html 

¿Dónde dormir? 

Hyatt Regency Ekaterinburg: sin sorpresa. Es el primer 5 estrellas que abrió en la ciudad. Para los hombres de negocios y los consumidores exigentes. Entre 300-400euros/noche en habitación doble.
www.ekaterinburg.regency.hyatt.com 

The Ekaterinburg-Tsentralniy Hotel : un 3*** que huele un poco a naftalina… Trata de haber conservado su estilo romántico de los años 1930, fecha en la que abrió. Aprox. 115 € por noche, hab. estándar. http://hotelcentr.ru/eng/ 

Hotel Itset: un bello ejemplo de la famosa arquitectura constructivista. Todo, tanto el exterior como el interior es de una austeridad cuadriculada muy…soviética. No hay que esperar grandes lujos… Entre 95-100 €la noche en habitación estándar. http://www.hoteliset.ru (web sólo en ruso…). 

Park Inn: dentro de lo que cabe (la hostelería rusa no es nada barata), es uno de los hoteles de la ciudad con mejor relación calidad-precios. 165-170 euros/noche, desayuno incluido. http://www.parkinn.com/hotel-ekaterinburg

Escrito por Santiago

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