Utopia, el cine comprometido

R.S.E. Log

Santiago

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15 septiembre, 2010

La atípica sala de cine Utopia de Tournefeuille, con su bar-restaurante en el fondo.

Fotos : (c) Serge Bonnet [http://sergebonnet.com]

Nacida en la Francia del post mayo de 1968, la cadena de salas de cine independiente Utopia desempeña hoy un verdadero papel de pedagogía ciudadana y de militancia antiglobalización. Success story de una organización cultural atípica pero necesaria.

Anne-Marie Faucon se ajusta con gesto friolero el chal de lana mullido que envuelve su silueta menuda. No hace frío en las oficinas del cine Utopia de Tournefeuille; estará destemplada… A su lado, Michel Malacarnet parece un extraño “fauno” con rasgos de africano albino un tanto enfurruñado. Anne-Marie et Michel forman una extraña pareja de sexagenarios a los que une una misma filosofía de vida y un proyecto de largo recorrido que, por fin, cosecha un merecido éxito tras más de dos décadas de “pasarlas canutas”, ironiza Anne-Marie.

Generación rebelde

Utopia programa películas que invitan a pensar, sobre temas que pretenden despertar la conciencia ciudadana.

Anne-Marie et Michel encarnan la Francia contestataria de mayo de 1968, una generación que quiso desbancar el orden moral establecido y el conservadurismo político de la posguerra. De hecho, “sufrieron” este rigor en casa; ella, hija de un prisionero de guerra duro de pelar, se marchó de casa al quedarse madre soltera… Y él, hijo de dos guayaneses, con un padre militar con algo de sangre negra en las venas e ideas anticolonialistas. Se conocieron y se gustaron en Aix-en-Provence… En aquella época, Anne-Marie estaba a punto de abandonar su trabajo como enfermera en un hospital psiquiátrico de la ciudad. No aguantaba más el trato inhumano que se les daba a los enfermos, embrutecidos por las pastillas que ella misma les tenía que administrar. Junto con otra colega de trabajo, había intentado montar una sala de proyección en el hospital para sustituir los calmantes químicos por la cultura. Pero nadie acudía… Para Anne-Marie, el cine lo era todo: “le aprendí casi todo de la vida mirando películas”. Al dimitir por fin del hospital psiquiátrico, tiene un proyecto: quiere montar una sala de cine con aquel “grandullón” con físico imposible del que se ha enamorado y que se aburre en los bancos de la facultad… El cine como herramienta de enseñanza, como vector de comunicación de un mensaje pacifista, humanista y ecológico. Un cine comprometido.

Vacas flacas

Consiguen “engatusar” a unos curas que les prestan un espacio gratuitamente y así nace la sala 16-35 en Aix-en-Provence, antepasada de la Utopia de hoy. Pero pronto, el cineclub de barrio se transforma en “célula” militante ; se reúnen allí colectivos feministas proaborto, la sala sirve eventualmente de asilo a inmigrantes sin domicilio… En este punto del relato, a Michel se le escapa una risita que contagia a Anne-Marie y los dos intercambian miradas y risas cómplices como cuando uno recuerda gamberradas del pasado. Sin embargo, no todo ha sido risas ni rosas… “Hemos tenido problemas de dinero durante treinta años”, precisa Anne-Marie que resopla al recordar los muchos momentos de desanimo, las proyecciones itinerantes, los cuchitriles de alquiler, las mudanzas… Pero hay “rayos de sol” también en medio de la tempestad, que vienen de la mano de amigos o fans. Un inspector de Hacienda compasivo, el público que hace colecta y un amigo médico que va hasta hipotecar su propia casa para ayudarles y que les agasaja con una cena de lujo cada vez que les ve venirse abajo…

Invitación a pensar

Las salas de cine Utopia también sirven de lugar de encuentro y de reuniones.

Michel y Anne-Marie reconocen que sin esta solidaridad no habrían podido hacer de su sueño una realidad y conseguir, por fin, el desahogo económico. Hoy, Utopia cuenta con 6 salas en Francia – Avignon, Burdeos, Montpellier, Toulouse, Tournefeuille (en las afueras de Toulouse) y Saint-Ouen l’Aumône (en la región de París)- y otras están en proyecto. Los cines Utopia no están diseñados para los que van a masticar cubos de palomitas (por cierto, Utopia no las vende) o meter mano a la nena de turno… Es un cine militante y democrático, comprometido social y medioambientalmente que toma posiciones a través de su programación y rehuye de una política puramente comercial; las “pelis” y documentales que programan invitan a pensar sin reñir con el divertimiento. Hay sitio para algunos blockbusters hollywoodianos, para dibujos animados de calidad (¡hay sesiones especiales para padres con recién nacidos ¡) y no todos son monólogos “intelectualóides” de tipo arte y ensayo. Las salas son pequeñas y acogedoras, adornadas con gusto, con madera encerada, lámparas de estilo Art Deco, terciopelo carmesí… La sala de Tournefeuille hasta tiene una chimenea, un bar-restaurante con terraza y un saloncito para las charlas.

Influencia moral

En poco tiempo, Utopia se ha convertido en un ágora del pensamiento libre.

Porque aparte de las proyecciones cinematográficas, Utopia organiza también debates y conferencias con eminencias del mundo científico, de la cultura y de los medios de comunicación. En poco tiempo, se ha convertido en un ágora de reflexión libre con cierta influencia moral que, a veces, se les va de las manos… El pasado mes de junio, Utopia decidió protestar a su manera contra el asalto mortal del ejército israelí contra una flota de militantes humanitarios pro palestinos aplazando la proyección de la película A 5 horas de París del director hebreo Léon Prudovski. La decisión de Utopia desencadenó una lluvia de reacciones contradictorias rápidamente mediatizadas; una protesta unánime de los colectivos e individuos pro israelí, del propio Ministro de Cultura francés Frédéric Mitterand a la que respondió el apoyo de artistas e intelectuales israelíes y de figuras del cine internacional tales como Ken Loach. Se reprochó a los cines Utopia hacer una amalgama entre cultura y política cuando lo único que pretendían hacer era manifestar una legítima opinión ciudadana. Tal vez lo que sí se confunde hoy en día es la independencia del pensamiento (con criterios) con el pensamiento único teleguiado y predicado por intereses económicos y políticos estrechamente entrelazados. Los cines Utopia reivindican su libertad de pensar y la de todos; para ello dicen no recibir subvenciones públicas y vivir únicamente de las ventas de entradas (por cierto, un 34% más baratas que las de los UGC y demás Multiplex) y de un Fondo de Apoyo propio a la industria del cine y para el cual cotizan.

En este “mundo feliz” nuestro – que se acerca peligrosamente a la caricatura que hizo de ello Aldous Huxley – agradecemos el papel edificante de instituciones culturales como los cines Utopia cuyo concepto sería bueno que otros siguieran por aquí…