Goa. Alma portuguesa, esencia india

Vista panoramica de arrozales y palmeras desde la colina de Baradi, cerca de la poblacion de BETUL. Goa sur. India

Los hippies de los setenta hallaron uno de sus paraísos en este pequeño estado indio que fue colonia portuguesa durante siglos. Les cautivó el deslumbrante paisaje tropical y el sincretismo de formas y espiritualidades. Después llegó el turismo, pero Goa sigue siendo pura y genuina, fiel hija de su historia.

Texto: (C) Miguel Mañueco

Se ondulan las armonías y colores de los saris de las mujeres que van entrando en el templo. Pausadamente, estirando su paso lento y parsimonioso. Puro ritual. Cubierta su cabeza de los flotantes dibujos de las telas, recorren el largo pasillo hasta la reliquia.

Fachada de la iglesia de Iglesia de Bon Jesu donde se encuentran los restos de San Francisco Javier. GOA VIELHA. Patrimonio de la Unesco. Goa. India.

Fachada de la iglesia de Iglesia de Bon Jesu donde se encuentran los restos de San Francisco Javier. GOA VIELHA. Patrimonio de la Unesco. Goa. India.

Ante ella, sublime símbolo divino, rezan en silencio. Y hacen la señal de la cruz… Porque no es a Vishnú o Shiva a quien adoran,sino a san Francisco Javier, cuyo cuerpo supuestamente incorrupto yace en un ataúd de cristal sobre el barroco altar. Y es que el aventurero santo navarro aún siguió viajando después de muerto. Sus restos fueron trasladados desde China a Goa, donde había comenzado su periplo misionero y donde siguen siendo venerados en la iglesia barroca que lleva su nombre.

Todo un símbolo es este santo para los católicos de Goa, que aunque sólo son el 35 por ciento de la población, abanderan la diferenciada identidad de este pequeño estado indio que fue colonia portuguesa durante casi cinco siglos. Matizada su solemnidad por el color rojo de la piedra, la iglesia de San Francisco Javier es uno de los pocos edificios que quedan en pie de lo que un día fuera la gran ciudad de Goa Velha (Goa Vieja). Una gran urbe de más de 200.000 habitantes llegó a ser este dinámico centro de comercio en tiempos en que dicha cifra era inimaginable para la mayoría de las ciudades. La desgracia fue la peste del siglo XVII, que acabó con gran parte de la población y dio comienzo a una imparable decadencia, hasta prácticamente desaparecer engullida por la selva. Enteras y bien conservadas, también enarbolan sus perfiles renacentistas y barrocos las iglesias de San Agustín o San Francisco de Asís y la Sé o catedral, que junto a las ruinas del colegio jesuita o partes de la muralla componen la vida imperecedera de esta ciudad fantasma y han merecido el título de Patrimonio de la Humanidad. Lo que fue y ya no es siempre fascina y da vértigo. Con curiosidad y cierta ansiedad se mira la densa vegetación esperando reconocer las formas de lo que un día fue un palacio o una casa o una calle, espacio que estuvo lleno de vida y rutinas cotidianas. Todo pasa y muy poco queda.

Fuerte de Fort Aguada. Hecho en piedra laterita en 1612. Protegia la entrada al rio Mandovi. GOA. India

La vida muy viva de las apretadas plantas tropicales es lo que hay sobre la malograda Goa Velha y sobre todo el estado, que es un primor de esbeltos palmerales y alfombrados arrozales entre suaves colinas. Claro que nada nuevo en el postelero cliché de los mundos tropicales, y sin embargo aquí vuelve a sorprender, porque es dulce e intenso a la vez, porque es todo un regalo del cielo su armonía, cada año puntualmente regada por el monzón en los meses de verano. Se reparte además el prodigioso paisaje por entre una geografía propicia, a base de ríos que se enredan en islas y que se convierten en espléndidas rías en su encuentro con el océano Índico, que en la costa occidental de la India adopta el nombre de mar Arábigo. A esa masa de agua azulada y amable cuando se alejan las nubes monzónicas se asoman las playas de arena muy clara, siempre envueltas en cocoteros. Y sí, la estampa turística está ahí, sobre todo en el litoral de la parte norte, en playas como Calangute o Anjuna, con sus buenos hoteles y su amalgama de tiendas y restaurantes. Ya no son las cabañas ideológicamente integradas en el paisaje donde muchos hippies occidentales de los setenta encontraron algo parecido al paraíso soñado: el clima cálido, naturaleza generosa, la espiritualidad del hinduismo y sus filosofías, y los toques portugueses para sentirse menos lejos. Pero tampoco se trata de resorts gigantescos o costas invadidas: son enclaves muy concretos y suficientemente apartados como para desmentir la reputación de “lugar muy turístico”.

Jovenes estudiantes vestidas con sus sarees en la playa de Baga. Goa. India

Jovenes estudiantes vestidas con sus sarees / saris en la playa de Baga. Goa. India

Se nota, además, que en los últimos tiempos Goa se ha convertido en destino vacacional de indios acomodados de otros estados y que el gobierno facilita a los lugareños la apertura de negocios. Así, y a pesar de los muchos visitantes occidentales, Goa es esencialmente india. Pocas son las mujeres que no visten los muy vistosos saris y, a pesar de la presencia emblemática del catolicismo y de los nombres y apellidos portugueses de muchos goanos, lo cierto es que el 70 por ciento de la población es hinduista. Las coloristas celebraciones de esta religión tiñen la siempre concurrida realidad de calles, plazas e incluso de las buenas carreteras, por donde no dejan de transitar a su aire y antojo las sagradas vacas. Entorpecen el tráfico, pero no pasa nada: las numerosas motos, que a menudo transportan a una familia entera, o los viejos camiones pitan y pitan sin que sus conductores cambien el sosegado gesto de su cara. Finalmente el atasco se resolverá y no importa llegar un poco más tarde. Hay tiempo para todo.

Se siente esta gente, de miradas luminosas y sonrisas amables, muy feliz en su pequeño mundo, donde la pobreza es menos pobreza porque la tierra es generosa para todos. Se sienten un tanto aparte de la realidad india, entelequia nacional a la que pertenecen tan sólo desde 1961, año en que los portugueses fueron echados por la fuerza. Como en el resto de la India, se estudia el hindi en las escuelas, pero la gente utiliza sólo el inglés y el konkani, su lengua nacional. Su sonido muy asiático, envuelto en multitud de vocablos portugueses, vibra en las letanías de las oraciones hinduistas, y Krishna no tuerce el gesto por ello. Hare Krishna, hare, hare…

Templo hindu dedicado al dios Vishnu. En la zona los templos no son muy antiguos porque fueron destruidos por la Inquisición, en tiempos del gobierno de Portugal. PARDOL. Goa. India

No son muy espectaculares los templos, porque ninguno es muy antiguo. La arrogancia del colonialismo y su verdad omnímoda: la Inquisición portuguesa hizo derribar los originales en uno de esos poco afortunados ataques de pureza religiosa que tanto sufrimiento inútil han causado en la historia de todos los rincones del planeta. En el pueblo de Pardol está uno de los templos más destacados, con toda su parafernalia de inocentes colores y estatuas en honor a Vishnú. A él y a los otros dioses están dedicados los templos de Ponda, donde también se alza la mezquita de Safa. Los hombres y mujeres se sientan en el suelo muy relajados en los sagrados lugares hinduistas y ofrecen flores y un dulce aroma invade el aire. Y no se arrodillan ni se postran…

Iglesia de Holy Spirit vista desde Mont Hill. Ciudad de MARGAO. Goa. India

Iglesia de Holy Spirit vista desde Mont Hill. Ciudad de MARGAO. Goa. India

El sincretismo cultural quizás sea más estético de lo que ellos mismos piensan, pero no por eso resulta menos encantador vivir estas escenas entre la arquitectura colonial de las casas de campo y de los pueblos. Los colores pasteles por querencia o por acción del tiempo y la humedad tiñen las ventanas y balconadas muy portuguesas de pueblos como Saligao, Sangola o Ribendar. El estilismo colonial, bien cuidado y dispuesto, es como una cortina de cientos de años en las calles centrales de actual capital, Panaji. Conocida por lo locales como Panjim, concentra unos 50.000 habitantes del total de millón y medio de goanos, y su puerto, que se extiende en la desembocadura del río Mandovi, tiene el trajín de la exportación de hierro de las minas del interior, como hace siglos lo tuvo Goa Velha. Más alegre es ajetreo de la cercana playa de Miramar, muy popular entre los jóvenes de Goa y otros estados, que acuden allí en moto y en ropas y poses que en sus lugares de origen no osarían mostrar. Porque, a pesar de lo comprensivo y filosófico del hinduismo en cuestiones sexuales, la represión de costumbres, hija de todos los colonialismos, impera en la sociedad india. Se fue adueñando de la vida cotidiana desde lugares como la iglesia principal de Panaji, blanca sobre su gran escalinata y con pequeños y sutiles detalles en azul.

El sabor colonial, siempre envuelto en la densa naturaleza tropical, se asoma aún con más persistencia a las carreteras que recorren el sur. Quietas en su propia historia, las casas forman su propio mundo en la plaza de la iglesia de Colva, no muy lejos de la playa del mismo nombre que en su día fue una de las favoritas de los hippies, y donde ahora bañistas y pescadores comparten tiempo y espacio. Ecos asimismo muy portugueses los de Margao, segunda ciudad de Goa, en emocional contraste con el ambiente muy asiático de su mercado, desbordado de colores y olores a lo largo de sus laberínticos pasillos. Y ya el mar queda a algunos kilómetros, y cuanto más se aleja más altas son las montañas y menos son los detalles coloniales.

Un padre en moto con sus cuatro hijos junto a la laguna de Carabolim. GOA. India

Un padre en moto con sus cuatro hijos junto a la laguna de Carabolim. GOA. India

Genuina India rural tropical son las escenas de un pueblo como Maina Batim: con la luz de atardecer vuelven los hombres de las tareas campestres, se pasean las mujeres con sus mejores saris, algunos niños siguen jugando y bañándose en el manantial público, que es lugar de aseo para todo el pueblo. Un día más. Y sonreír simplemente porque las cosas siguen en su sitio.

Texto: (c) Miguel Mañueco

Moneda: rupia (1 €= 55 rupias).

Diferencia horaria: tres horas y media

Información: India Tourism. Comunidade Building, Church Square, Panaji. Tel. 223412. www.goa-tourism.com

Cómo llegar y moverse: Air India (tel. 915419260, www.airindia.com) tiene vuelos directos desde París o Londres hasta el aeropuerto internacional de Goa. Es todo un asunto conducir porque la circulación es por la izquierda y por el ajetreo de las carreteras. Lo mejor es alquilar ya en el aeropuerto un coche con conductor, lo que costará 1.200 rupias (22 €) cada 80 kilómetros.

Dónde dormir

Panjim People’s Hotel. (January Road, 31. Panaji. Tel.: 2435628. www.panjiminn.com). Edificio colonial en la capital con sorprendentes muebles de época. Precio habitación doble: 54 €.

Nilaya Hermitage (Arpora 403 518, tel. 2276793, www.nilayahermitage.com). Un hotel-boutique de nuevo diseño, con mucha influencia de Gaudí, en lo alto de una montaña y rodeado de bosque. Precio habitación doble: 249 €.

Dónde comer

Jocarol (Passagem, Assolna. Tel. 2773175). Restaurante genuino en la misma orilla del río Sal. Especialidad en pescados. Como en toda India, mejor pedir que no sea muy picante. Precio medio por persona: 3 €.

Savoi Plantation (Savoi, Ponda. Tel.: 2340272. www.savoiplantation.com). Comida típica india que también hay que pedir sin tanto chile, en medio de una plantación con diversas especies tropicales. Precio con visita a la plantación: 10 €.

Escrito por Santiago

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