ALPUJARRAS. LA TAHA DE PITRES

Torre del pueblo de FERREIROLA, a los pies de Sierra Nevada. (Taha de Pitres). Alpujarra. Granada. Andalucia. España

Las Alpujarras son en realidad la gran ladera sur de Sierra Nevada, la que se lleva la mayor parte del agua procedente de las cimas nevadas. Es el truco natural que explica el verde y frondoso paisaje de esta comarca rodeada por zonas más bien áridas e incluso desérticas. Los bosques de castaños y robles, a veces densos de helechos, cubren la infinita pendiente que, a medida que desciende hacia el mar, pierde poco a poco tan norteña ambientación

Texto: (C) Miguel Mañueco

Así hasta llegar al exotismo y a los excesos de la Costa del Sol. Pero no necesitas llegar hasta allí. Aquí arriba también está el sol y la brisa alta es suave y generosa, y se cuela entre los árboles y los arroyos saltarines. Tampoco tienes que quedarte en La Alpujarra más concurrida, la de Pampaneira, Bubión o Capileira. Unos kilómetros más allá llegarás a La Taha de Pitres, municipio de varios pueblos mágicamente alpujarreños y convincentemente serenos.

Calle San Cayetano, del pueblo de MECINILLA. (Taha de Pitres). Sierra Nevada. Alpujarra. Granada

Calle San Cayetano, del pueblo de MECINILLA. Granada

Desde una de las altas curvas podrás contemplar la gran ladera en la que se asientan los distintos núcleos que se agrupan bajo esa palabra árabe, taha, que precisamente alude a un territorio a medio camino entre municipio y comarca. Los aterrazados techos de los diferentes núcleos prácticamente se mimetizan con el paisaje, como si fueran manchas blancas y grises. Verás que en la base de la ladera la vegetación se hace mucho más densa: son las riberas de los ríos Trevélez y Bermejo, cuyas aguas, junto a las de manantiales y antiguas acequias, obran el milagro de esta viva postal de norte con alma de sur.

La carretera te lleva directamente al centro de Pitres, el pueblo principal del municipio y su centro administrativo. Podrás conseguir información turística en su ayuntamiento, austero edificio blanco que se levanta en una plaza donde también se halla la iglesia, sencilla y también blanca. Ya te darás cuenta, por el trasiego de este lugar, donde todos los habitantes del municipio tienen que venir a resolver sus problemas burocráticos, que el paisanaje es de lo más variopinto: desde el anciano bien andaluz hasta la mujer alta, rubia y con inconfundibles toques de hippie de ahora o de siempre.

Unos y otros se desvanecen en la densa sombra de las callejuelas que ascienden la ladera, envolventes y misteriosas como túneles. Porque algo parecido son: parte de ellas está cubierta por los tinaos, estancias que, como puentes, unen una casa con la de enfrente, y que son el símbolo más visible de una estética arquitectónica que se sale de la postal andaluza convencional. Te encantarán estás calles así, como blancos túneles y repletas de plantas, y más cuando sepas que descienden directamente de los últimos moriscos de la Península, que se refugiaron aquí tras la toma de Granada. También te llamarán la atención las chimeneas, cónicas y muy sobresalientes, hechas de pizarra; y las azoteas o terraos, donde el malhecho o rudimentario cemento adhiere la oscura gravilla a las vigas de castaño. Ancestrales techos que serán buen escudo contra la lluvia o los rigores del invierno sin que se echen de menos tejas ni tejados.

Le harás más de una foto a las puertas de las casas, que se amoldan, cada una a su manera, a la pronunciadísima pendiente de la calle, siempre adornadas de macetas muy coloridas, como las pequeñas ventanas y los antepechos o balcones sin salientes, o como los propios tinaos, de donde a menudo cuelgan ristras de pimientos rojos secos. En el silencio perfecto del callejón de las Zorras irrumpen ecos alemanes desde dentro de alguna de las casas, mientras dos señoras inician una charla de balcón a balcón con entonado acento andaluz.

Torre de la iglesia, junto se encuentra un albergue. Pueblo de MECINA

El baile de sensaciones no cesa. A la realidad blanca sureña de las calles se impone enseguida el hermoso bosque que asciende a la aldea de Capilerilla.

Y una vez más te sorprenderá el verdor de ese bosque, que te recordará a Cantabria o Asturias, después del look tan árabe que hace un rato te envolvía en Pitres. Y sí, es el mismo mundo: entre el verdor surgen las casas esparcidas de Capilerilla, que son como las de Pitres, o acaso más genuinas, cada una con su propio ritual de terraos y tinaos, de escaleras y macetas.

Entre unas y otras, verás pequeños pero intensos campos de cultivo, que ya no son de moreras para los gusanos de seda como en tiempos de los árabes.Aquí, en estos pueblos, que fueron el escenario de su exilio, se afanarían por mantener su estilo de vida, se rebelarían una vez tras otra al ver que los límites de su existencia cada vez se estrechaban más. Y un día desaparecieron, porque el final de la historia ya estaba escrito. Todos, menos una familia por pueblo, que los castellanos dejaron para que alguien supiese manejar las acequias y los ingenios de riego cuando llegasen los colonos cristianos. Y llegaron, y fueron frutales y cereales lo que plantaron. Más o menos como los de ahora. Claro que aún no sabían del exitoso tomate cherry, cuyo cultivo cada vez se extiende más.

De aquellos repobladores, que vinieron del norte, deben de venir los ojos claros y la tez rojiza de muchos lugareños. Alguno de los ancianos te contará encantado cómo han cambiado las cosas, cómo de niños jugaban días enteros a las cartas dentro de las casas porque la nieve lo cubría todo y no se podía salir. Y ahora casi ni nieva, insistirán. Claro que la agricultura ha dejado de ser el medio básico de subsistencia, en favor del turismo.

No te encontrarás escenas muy diferentes en otra de las aldeas, Atalbéitar, que conforma una postal similar a Pórtugos y Busquistar, pueblos ambos también de la misma apariencia, pero ya pertenecientes a otro municipio. La serenidad y el juego de colores te envolverán cuando cruces los bosques y cultivos, y más aún si te dejas retener por la soledad de cortijos como los de Jopazo, La Viñuela o La Umbría. La sensación retomará los ecos de la historia si te llegas hasta la colina donde sobreviven los restos de una mezquita, que no son muchos, pero bien es cierto que desde su ubicación se abarca una buena panorámica de la zona.

Desde allí divisarás, hacia abajo, una torre de iglesia que parece sola y perdida entre la generosa vegetación que acumula el valle del Trevélez. Se trata de Ferreirola, quizás el pueblo más hermoso de todos, que esconde su retorcido laberinto tras las sinuosidades del camino. Poco a poco, esquina tras esquina, siempre ladera abajo, descubrirás la esmerada parafernalia de tinaos y galerías y plantas, más mágicos en esta disposición. En la plaza, a la sombra de la iglesia, del siglo XVI, quizás te encuentres con el frutero que vende sus productos a locales y extranjeros con gracejo andaluz e intercalando palabras en alemán e inglés. Por todos lados, alrededor, te ha de maravillar el fulgor de las huertas, donde asoman los elegantes árboles de caquis. Parece que el pueblo ha acabado, pero no: tras el recodo del antiguo lavadero, otras dos calles continúan el descenso.

Giuseppe (italiano) e Inga (danesa) propietarios. Casa rural Sierra y Mar. Alquiler por habitaciones. FERREIROLA.

El rumor de las fuentes es la música de fondo, hasta que las últimas casas se confunden con la apoteosis de vegetación del río. En el límite entre el pueblo y las huertas está la casa rural Sierra y Mar, un “invento” para contemplar estos otros horizontes del vivir que se debe al italiano Giuseppe y a su mujer, la danesa Inga. Cada uno hizo su viaje por la existencia, un día se encontraron aquí y construyeron su propio mundo en un mundo que les gustaba: “Esto es un oasis de belleza y paz, y está cerca del ‘ruido’ y a la vez escondido. Cuando aprieta la excesiva quietud, es fácil ‘huir’ a Málaga o Granada, e incluso volar a Italia o Dinamarca. Y entonces volver a Ferreirola es un inmenso placer”.

Giuseppe e Inga acompañan a sus clientes y amigos por los senderos de los alrededores y, con el gozoso orgullo de quien muestra una joya escondida, les llevarán a visitar la Fuente Gaseosa, de la que sale agua termal, como en otros manantiales de la zona, y también el Puente Romano, altivo viaducto, más medieval que romano, que salva el desnivel del río Trevélez. Quizás también les lleven a visitar la pequeña fábrica de ropa flamenca que hoy ocupa la antigua escuela, que muy enfáticamente se llama Spanish Dancewear y que es toda una curiosidad.

Fuente de agua gaseosa y azulejos, cerca de FERREIROLA. Taha de Pitres

Te será difícil decidir si el vecino Fondales es más o menos bonito que Ferreirola. Aquí también las calles y casas, repletas de gustosos detalles, hunden su laberinto en la profusión de bosques y huertas del río. Aquí vivió algunas temporadas ese fiel amante de Las Alpujarras que fue Gerald Brenan; aquí sigue residiendo su secretaria y heredera junto a su marido sueco, que se llama Lars, aunque los locales le llaman Lázaro, ambos dedicados a la artesanía; aquí se rodó ese homenaje al escritor británico que fue la película Al sur de Granada. “La vida hay que reinventarla siempre, casi cada día, pero aquí es mucho más fácil”, dice el irlandés Conor mientras cuida su huerto, al lado de la antigua casa donde su mujer, la británica Sheila, se afana en su actual dedicación a la pintura y a la cerámica.

“No tenemos una relación muy estrecha con los extranjeros que viven aquí, pero hay buena convivencia y armonía. Nos respetamos mutuamente”, aclara Dolores que, a sus 77 años, sigue regando con premura las muchas plantas de su balcón todos los días al atardecer. La opinión la celebra el jubilado José Jesús, que en ese momento pasa tirando de su romo (mulo hijo de yegua).

El trato entre locales y los cosmopolitas y poco convencionales extranjeros te parecerá, no obstante, cercano y comunicativo en el bar restaurante Aljibe, en Mecinilla, ladera arriba y en el camino de vuelta a Pitres. La dueña, la simpática Marisa, es toda una institución y sin duda un firme vínculo entre unos y otros. “Lo bueno es conocerse. Así desparece cualquier prejuicio”, comenta mientras compra varias barras al panadero ambulante que ha aparcado en una de las callejuelas de Mecinilla, que parecen replegar su silencio ladera abajo, a través del canalillo de agua que recorre la sombra de las buganvillas en la calle San Cayetano.

Cuando llegue la noche, comprobarás lo fructífera que puede ser la comunicación entre los nativos y foráneos que se dan cita en los eventos culturales que se organizan en el bar restaurante La Cueva de la Mora Luna. Estamos a un kilómetro escaso, en Mecina, pueblo que también asciende la ladera con el donaire y la gracia de tinaos y opulentas chimeneas, hasta llegar a las eras de arriba, hechas de pizarra, donde durante el día juegan niños rubios y morenos.

Texto: (C) Miguel Mañueco

Guía práctica

Accesos: Desde Madrid a Granada por la A4. Desde Granada, por la carretera E902 a Motril, desviándose por la A348 a Lanjarón y Órgiva, donde se toma la carretera hacia Pitres. Antes de llegar a Pitres, a la derecha, queda la desviación a Mecina.

Información: Ayuntamiento de la Taha de Pitres. Plaza del Ayuntamiento, 1. 18414 Pitres (Granada). Tel.: 958 766 061.

Internet: www.lataha.es

Dónde comer y dormir

Lo más típico es el plato alpujarreño, un completo guiso a base de morcilla, chorizo, patatas, pimientos verdes, huevos y cebolletas. También las migas son tradicionales en la zona.

Bar restaurante Aljibe (c/ Almendro, 2; Mecinilla; tel.: 958 857 312; precio menú: 9 €). Muy popular en la zona por su dueña, Marisa, y por su bien elaborado menú tradicional.

Cafe piano bar "La cueva de mora luna". MECINA.

La Cueva de Luna Mora (Crtra. de Ferreirola, Mecina, tel.: 958 765 202, precio medio: 10 €). Cocina italiana e internacional con exposiciones de artistas locales y animadas noches de concierto.

Casa rural Sierra y Mar (Calle Albayzín, 3; Ferreirola; tel.: 958 766 171; www.sierraymar.com). Varias construcciones tradicionales en torno a un hermoso jardín. Senderismo en compañía de los dueños, Giuseppe e Inga.

Casa rural Sierra y Mar. FERREIROLA. Taha de Pitres

Casa rural L’Atelier (c/ Alberca, 21; 18414 Mecina; tel.: 958 857 501; www.ivu.org/atelier). Típica casa antigua situada dentro de Mecina, donde también hay un restaurante vegetariano.

Escrito por Santiago

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